Por el momento, como ya he comentado, llevo -digamos- una semana a dieta en condiciones.
Al intentar empezar, con la motivación y las ganas por los suelos, todo se me hacía grande, y se me venía el mundo encima.
Sabéis eso de que cuando estás cansada es muy difícil hacer lo correcto, no? pues es totalmente cierto. Uno de mis problemas es la falta de organización. Nunca pienso qué voy a comer al día siguiente, asi que cuando llega el momento, como además no tengo apenas tiempo, hago lo primero que pillo, lo más rápido en prepararse, y además, con todo el hambre, pues cualquier cosa es buena, además de su buen picoteo mientras lo preparo! oh, mi perrita se pone de feliz con mi picoteo, ahí siempre le cae algo. No sabéis lo que le gustan las bocas de mar, las salchichas de paquete ó los quesitos.
Entonces eso de llegar a mediodía a casa y tener que volver al curro en dos horas, teniendo que pensarlo, prepararlo y comerlo en ese rato, no ayudaba nada de nada. A la hora de la cena era más o menos igual, pues mientras salgo del trabajo, llego a casa, y de nuevo pensar, preparar, comer, y que no se haga muy tarde... es casi una utopía.
Así que lo primero que pensé, muy dispuesta, era que tenía que hacerme un calendario de comidas. Hasta ahí todo bien... sin embargo, llevaba con la idea de hacerme un calendario más de un año en la cabeza, y nunca había conseguido consumarla. Bien por falta de ideas, porque no sabía combinar los tipos de alimentos para que fuese algo sano, apetecible, y sencillo como para que resulte realista, ó bien por falta de consenso con mi novio y mi perrita. La verdad es que ella no tiene voto, pero tiene una capacidad innata para desacreditarme cuando me pongo seria y me hace alguna monería.
El tema es que era una tarea más, y de las importantes, para echarme a la mochila de las ideas que acabo no llevando a cabo, eso combinado con una mala regla de hormonas dislocadas, y con unos días de luna llena, queridosmíos (y os prometo que es cierto, no sólo tópicos) hicieron una bajona de las gordas. No sabía cómo meterle mano al caso, no sabía qué carajo íbamos a inventarnos para poder llevar a cabo (esta vez sí) una dieta eficaz. Y sin ayuda.
Porque no es la primera, queridos. Las personas entraditas en cannes, como yo, llevamos toda la vida hablando y practicando épocas de dietas. Y creedme: eso cansa un huevo. Cansa hasta el punto de mandarlo todo a la mierda y pedir campero casi todas las noches para la cena (el campero es un bocadillo malagueño, procedente de hamburgueserías y negocios del estilo, que puede ir relleno de diferentes cosas, campero de pollo, campero de showarma, de atún y bacon, de tortilla de patatas, campero serranito.. que es ya el súmum!) en fin. Cuando llegas a ese punto es cuando ya deben saltarte todas las alarmas... Hacedles caso, amigos!! No es lo mismo darte cuenta cuando tienes que perder cuarenta kilates, que llevar una vida medio sana y pasarte un día a la semana comiéndote un campero sabrina (wa, ése está wenísimo! es con pollo empanao y... bueno, paro, que me lío), así luego haces la operación bikini y te quedas estupendamente.
Conclusión: cuidado con las alarmas y con los camperos, niños míos.
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